La historia de Tomasa y Jessica operadas de pterigium por Operación Milagro
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Euskadi-Cuba.- Para empezar la semana os traemos la historia de amistad surgida entre Tomasa y Jessica, ambas operadas de pterigium por Operación Milagro en Argentina.

No os perdáis su historia.

Tomasa

Me llamo Tomasa Gamarra, tengo 49 años y soy peruana. Trabajo de ama de casa.

Jessica

Yo soy Jessica Vanessa Díaz Morales, voy a cumplir 43 años, soy peruana y ama de casa.

Yo tenía en mi vista dos carnosidades pequeñitas; en la oscuridad casi no veía y de lejos tampoco; las letras pequeñas tampoco las veía.

Aunque las carnosidades eran pequeñas una siempre necesita tener las vistas bien para ver y no tener dificultad cuando va aumentando edad. Tiene que revisarse, y estar bien en todo porque cuando llega a más grande si ya no puede ver, no puede observar las cosas, todo eso…

Encontré la clínica Che Guevara que no cobra por operar, solamente la voluntad de uno mismo que salga del corazón. Y cuando se operó mi esposo, porque él se operó primero, le acompañé a su operación y conversé con la doctora.

Llamé a mi mamá que me iban a operar mi vista y me dice “qué bueno hija, está bien”, “” le digo “mamá, yo me siento contenta porque ahora me voy a operar yo, porque yo tengo fe de que también me van a operar muy bien en esta clínica, gracias a que son muy buenos los doctores” entonces mi mamá me dijo “qué bueno hijita opérate porque acá la situación todo cómo estamos todo tiene que uno tener dinero sino no te operan”.

Cuando la doctora me dijo que no había problema, que me saque un turno, me citaron para otro día y me vio el doctor; después me hicieron radiografías y todo eso, y de ahí me operaron de la vista. Me operaron muy bien.

Cuando me operaron comencé a ver…, o sea de más lejos. Veo más los números y las letras pequeñas las veo mejor. Me operaron las dos vistas, y me operaron muy bien, buenos doctores, buenas doctoras, estoy muy contenta.

Tomasa

En mi caso, cuando yo estaba en Perú ya tenía ese problema con la vista, pero las tenía menos avanzadas y no tenía dificultad, no me molestaba. Con el tiempo comencé a tener molestias pero no solamente de una, sino de las dos.

En Perú a veces uno no tiene posibilidad de operarse porque allá te operan si tienes para pagar; y bueno, uno no tenía en esos momentos.

Cuando yo vine para acá casi siempre estaba adentro de mi departamento, no salía. Encontré a una amiga, una sobrina de mi esposo, y me dijo “¿y por qué no te operas?”, “pero tú sabes que para operarse tiene que uno tener plata” le digo. Entonces ella me dijo que se había operado, no aquí, en otra clínica, “pero hay una por dónde vives que se llama Che Guevara; yo te voy a averiguar porque una amiga se operó ahí y dice que muy excelente la operaron”. Le pidió la dirección a la chica y me la envió por mi celular.

Entonces yo comencé a preguntar y conseguí saber dónde estaban. Vine y consulté porque yo tenía el DNI peruano y decían que te atienden con DNI argentino; pero no, la señorita que me atendió me dijo “sí, le atenderemos, pero todavía no estamos dando turno” y me dio un folletito donde venía la dirección, el teléfono y todo. A la semana llamé y me dieron un turno para que me vieran mis vistas; me vine y sí me atendieron; me revisaron todo, las dos vistas, porque tenía dificultades con las dos.

Y yo también llamé a mamá y le dije “mami, ¡me van a operar!”, me dijo mi mamá “sí hijita, pero ten cuidado”, y yo le dije “no, no te preocupes, estoy en buenas manos y me voy a operar en buenas manos”. Mi hermano que también estaba me dice “¡qué, te vas a ir a operar!, ay hermana, qué bueno que te van a operar, estoy contento porque te vas a operar tus vistas” y toda mi familia estaba alegre.

Me citaron de nuevo, vine y me volvió a ver. Entonces me dieron las referencias para el cardiólogo y para análisis de sangre. Yo me los iba a hacer con el fin de que me operaran pero en eso vino la pandemia y todo se quedó ahí nomás, ya no pude volver.

No ver te da que pensar, peor yo que tenía las dos vistas y cada vez que miraba para los lados, parecía como una tela blanca que se ponía en medio y se me tapaba la visión; me picaba, me ardía, se me ponían rojas, parecía sangre mis ojos, me incomodaba porque mis ojos no eran así. Yo tenía dificultad y pensaba muchas cosas porque tengo una abuela que se murió cieguita con eso y decía “seguramente es herencia de la familia que voy a tener que estar así” yo pensaba así.

Jessica

Nos conocimos ahí sentaditas.

Tomasa

Sí, me acuerdo que yo estaba ahí afuerita recostada en un carro. Había un señor que se había operado acá y el señor dijo “yo me he ido a mi jardín a regar y todo eso y se me ha roto un punto, pero veo normal” y Jessica le decía “ah, pero cómo va a hacer eso, cuando le operan tiene que reposar”; “cuando nos operen hay que cuidarnos” me dijo.

Cuando nos llamaron, nos pasaron, nos hisoparon… todo, me acuerdo que nos sentamos y hablamos “oye, dice. Che, como irá a ser la operación”; “ay no sé”, le digo “yo también estoy que me muero de miedo”. Entonces agarramos y comenzamos así “ay ¿Cómo irá a ser? ¿Nos irán a entrar solitas?, ¿A quién le irá a tocar más…?

Jessica

Claro, fue en la primera operación cuando nos conocimos. Afuera tuvimos una conversación pequeña y después otra conversación adentro. Cuando entramos adentro, a la operación, yo salí y ella me agarró de la mano y dice “bueno chau cuídate”. Cuando nos operamos la primera vez, vinimos para que nos revisen y ahí fue que nos dimos los números las dos; ahí ya agarramos más confianza. Después le invité a mi casa a tomar un cafecito, llegó a mi casa con su hijo y bueno, tuvimos como más amistad. Y en la segunda operación ahí nos hicimos más amigas.

Tomasa

El día que nos operaron yo tenía nervios; Jessica fue la primera que pasó, entró un señor, entró otro y yo estaba fuera. Fui la que me quedé de última, yo decía “Dios mío no se vayan todavía, quédense aquí porque quiero salir bien”. Mientras esperaba que ella saliera, yo estaba que me moría de miedo. Mi hijo me esperaba, pero yo me ponía helada, helada.

Mi familia me llamaba y me decían “¿cómo va?” le digo “bien, todo bien, tranquilo. Me toca irme a mis controles que me van a ver mi vista cómo va”, “ay, qué bueno” me dijo, “sí hubiera una clínica aquí en Perú en la que a toda la gente que tiene bajos recursos económicos los operaran”. Pero allá no, si estuviera yo ahorita en Perú, yo no me hubiera operado. Una tarda pero los milagros llegan y bueno, para mí ha sido un milagro porque, yo nunca pensaba operarme de mis dos vistas y ahora estoy contenta, estuve con los mejores médicos.

Jessica

Vine temprano a la operación. Nos hicieron el hisopado y esperamos para entrar a la sala de operación. ¡Sentía un frío!; cuando me eché a la camilla tenía un frío enorme, parecía que estaba en una heladera. Me operaron bien, pero yo, en toda mi operación, lo único que sentía era frío, frío, frío.

Cuando salí de operación, salí bien. No me dolía nada. Me dieron las gotitas y me fui a casa. Mi hija me recibió; tomé una taza de leche, me eché a la cama y me quedé dormida. De ahí llegó mi esposo, y le digo “tengo hambre, tengo hambre”; me preparó sopa, carne, arroz, poroto y comí como nunca.

A los cuatro días me levanté de la cama y empecé a hacer mis cosas, pero despacio.

Después vine al doctor de nuevo para que me vea la vista. Me dijo que estaba muy bien, que la operación salió con éxito, y me fui recontenta. Todo de 10.

Entonces yo estoy muy agradecida y mi mamá cuando me dijo “¿Te operaron la vista sí hijita?, uy que bueno” y le digo “uy, y ahora es que al mes de nuevo me van a operar la otra vista”, y dije “mamá para mí es un milagro porque me van a operar rapidito al mes nomás y bueno me siento contenta y yo me voy a que me operen”.

Con ella, siempre nos comunicábamos: “¿cómo estás de tu vista?, ¿te echaste tus gotas?”, “uy yo ahorita le digo a mi Mireia que me ponga”…

Tomasa

Sí, las dos siempre nos recordábamos: “Jessica, ¿te colocaste las gotas?, ¿a qué hora nos tocaba?” “tenemos cada tres horas”…

Jessica

De ahí nos operaron por segunda vez y teníamos nervios todavía, pero bueno ya de ahí entré yo la segunda vez y salí y ella me agarró mi mano, porque yo salí en la segunda operación como media mareadita como que me chocó un poco la anestesia. Además, a la primera me vine acompañada, pero la segunda no. Me vine sola pero antes de la operación yo hablé primero, me aceptaron y llamaron a un taxi y llegué a casa con bien y ya no nos vimos.

Tomasa

Sí, yo estaba esperando el turno y la veo salir así que le digo “¿qué te pasa?, Jessica ¿estás bien?”, me dice “sí, estoy un poco mareada” y ya no nos vimos, porque de ahí entré yo. Cuando salí y le dije a mi esposo, “mi amiguita salió ¿cómo se ha ido?”, me dice “de la clínica mismo le llamaron un taxi y se fue allí”, “ay” le digo “cuando llegue le voy a llamar para ver cómo sigue”, y si te llamé. Sí, así surgió nuestra amistad, hasta el día de hoy.

Hablando la verdad aquí he depositado mi confianza.

A mi amiga y a mí nos operaron y siempre nos comunicamos y nos preguntamos “¿y cómo estás con tu vista? … ¿y cómo estás tú?”. Entonces yo le digo “muy bien”.

A veces le digo a mis hijos “ah, míreme. A ver, ustedes que saben, ustedes que me han visto, mírenme bien”. “Ya... no mamá ya no tienes, están limpias tus vistas” me dicen. “Ay, qué bueno”, es una alegría porque al menos no vas a estar preocupada de que algún día no vas a poder ver. Y hay nietos, hijos que todavía están creciendo y yo tengo que ir a Perú a ver a mis nietos, ver a mis hijos.

Tanto yo como mi amiga estamos muy agradecidas de esta clínica, porque todos los doctores, las doctoras, las señoritas que nos atendieron, nos dieron turnos…, nos atendieron muy bien. Y hasta el día de hoy estamos muy bien; nos llaman para vernos la vista cómo va, estamos tranquilas.

Hasta cuando nos van a operar ahí nos hacen conversaciones nos hacen masajes en los pies, nos dan calentura, cuando la segunda operación yo tenía mucho frío, mis pies parecían hielos, y mi cuerpo estaba duro, yo le digo “me duele la panza” me sobaban y las doctoras ahí conmigo y siempre buena atención, lindas, cariñosas y buen trato.

Jessica

Sí, es una buena clínica. Hay mucha gente que viene porque salen todas las operaciones con éxito y son muy buenos los doctores y los que nos atienden también en la puerta para ingresarnos, yo estoy muy contenta

Tomasa

Y eso no es todo. Porque yo no sabía firmar, o sea, yo sí sé firmar, pongo mi nombre y mis iniciales, pero yo le dije a la doctora “yo no sé leer ni escribir” cuando me dieron una hoja, para llenar. Yo le dije “yo no puedo, pero puedo llamar a mi hijo para que lo haga” y me dice “¿qué tú no…?” “No, yo no sé leer ni escribir”, y me dijo, “¿no te gustaría aprender a leer?”, le digo “si hubiera la oportunidad, bueno yo…, yo sí acepto para aprender a leer”. Me dijo “¿qué no sabías que aquí también hay para aprender a leer?” y entonces yo le dije “sí, me gustaría aprender. Para aprender a leer nunca es tarde” y me acuerdo que me dieron una carpetita donde dice “Yo sí puedo” que me la llevé a casa y ahora vengo al círculo de alfabetización y estoy conociendo las letras, ya puedo un poquito.

Yo me quedé sorprendida porque yo le dije “Operación… para leer, o sea…”. Imagínate, es una admiración porque en Perú las clínicas solamente son para que te atiendan y ya; no para que te enseñen a leer.

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